LA SOCIEDAD QUE ESTIGMATIZA LOS PROBLEMAS MENTALES

“Una vez que una persona extravagante es clasificada como “enfermo mental”, la sociedad responde con un estereotipo determinado y el individuo se siente cada vez más aislado y señalado” (Scheff, 1966).

Ese complejo fenómeno social que resumimos bajo el término estigma no afecta tan solo a las personas con enfermedad mental, sino que ha venido caracterizando, en nuestras sociedades, a las relaciones que la mayoría de la población establecemos con determinados grupos de personas. En realidad, con el término hacemos referencia a un conjunto de actitudes, habitualmente negativas, que un grupo social mantiene con otros grupos minoritarios en virtud de que estos presentan algún tipo de rasgo diferencial o "marca" que permite identificarlos.

Aislamiento 
Erving Goffman (1963), en su clásica publicación "Estigma: la identidad deteriorada", señala que los procesos de estigmatización surgen desde la discrepancia entre una «identidad social virtual» correspondiente a las características que debe tener una persona (según las normas culturales) y una «identidad social actual», que indica los atributos que representa esa persona.

En Perú, existen términos que son frecuentemente expresados sobre las personas con enfermedad mental grave, suelen agruparse en algunos factores: peligrosidad, extrañeza e impredecibilidad, dificultad de relación e incapacidad para manejar su vida, todo ello unido a la creencia de incurabilidad y a un grado variable de atribución de responsabilidad y "culpa" sobre lo que les sucede. Asociados a estas ideas se encuentran sentimientos ("prejuicios") de miedo, rechazo, desconfianza, pero también compasión, aunque siempre "manteniendo la distancia".

Y, consecuentemente, la predisposición a disminuir los contactos sociales "distancia social", mediante el rechazo, el aislamiento o la recomendación de los tratamientos coercitivos (tienen el objetivo de condicionar el comportamiento de una persona mediante el uso de la fuerza) y la reclusión institucional. Habitualmente los estudios reflejan también la consideración de las personas con enfermedades graves (esquizofrenia) como formando parte de un grupo distinto ("ellos" frente a "nosotros"), a la vez que parecen enteramente definidas por la enfermedad: se asume que la persona "es" esquizofrénica y no que "tiene" o "padece" esquizofrenia. Pero hay que señalar también que esos contenidos no sólo se encuentran en los distintos sectores de la llamada "población general" sino que, aunque con evidentes matices, aparecen también entre profesionales sanitarios e incluso en quienes trabajan específicamente en Salud Mental. 

El peso de la Sociedad 
Es llamativo, además de preocupante, que, aunque el número y representatividad de los estudios publicados sean todavía escasos, nos encontremos en ellos un número importante de profesionales de salud mental, cuyo conocimiento sobre las "enfermedades" es evidentemente superior al de la población general, pero cuyas opiniones sobre las personas que las padecen y a las que se supone deberían ayudar a vivir en la comunidad o las medidas de "distancia social" hacia ellas, no difieren significativamente de las de la mayoría de la población.

El estigma social hacia las personas con trastorno mental grave tiene consecuencias a muchos niveles, en unos casos comunes a las de otros grupos estigmatizados y en otras lógicamente más específicos. Y también aquí, aunque el análisis debe diferenciar aspectos y factores, en la vida cotidiana, las interacciones, mayoritariamente negativas son habituales.

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